
10 Mar Periodismo científico: ¿qué es y por qué es necesario?
“No eres real, nada de esto lo es”. Con estas palabras, tomadas de la película de ciencia ficción Contact (Robert Zemeckis, 1997), iniciaba su diálogo Ellie Ann Arroway con su padre, ya fallecido, en otra dimensión, en un primer contacto con otra civilización y otro mundo que todavía escapaba a su conocimiento. Y no usó la palabra conocimiento por casualidad, sino con el objetivo de explicar cómo surge la ciencia y por qué es la base de todo lo que somos y hacemos. Y es que la ciencia empieza con la expresión “quiero conocer”. De ahí que la doctora Arroway no quisiera volver a la Tierra sin una prueba, sin una respuesta clara, porque sabría lo que eso supondría tras su regreso.
La función del periodista, sea en su relato de la ciencia u otras disciplinas, siempre debe empaparse del espíritu del investigador científico, porque la realidad, la verdadera realidad, se descubre a partir de la observación y la búsqueda de respuestas. A través de los siguientes apartados desgrano un poco más por qué la ciencia es necesaria para nuestro día a día y por qué los periodistas debemos contarla e interpretarla para la ciudadanía.
¿Qué es el periodismo científico?
Una descripción sencilla sería indicar que es la rama del periodismo que informa sobre ciencia. Y es una definición correcta. Pero, al igual que debe suceder con otros campos, el periodista debe interpretar lo que la ciencia nos cuenta y qué suponen sus hallazgos para el conjunto de la sociedad. Porque al final el periodista es el vínculo o intermediario entre el lenguaje técnico de la ciencia y el amplio y variado espectro de la ciudadanía, que está en el millón de líos de su día a día.
No obstante, son varios los elementos que unen a periodistas y científicos: la búsqueda de la verdad y la tendencia a la objetividad. ¡Ojo! La objetividad está relacionada con transmitir la verdad y contrastar fuentes, no con construir una historia aséptica en formato teletipo. El periodismo científico debe ser inquisitivo e interpretar lo que conoce de la ciencia. De hecho, no se debe limitar a contarnos este o aquel descubrimiento, sino decirnos si es realmente relevante para nuestra vida o si es algo que no debemos tomarnos en serio. También debe separar el grano de la paja y conseguir que la ciencia no nos la meta doblada cada vez que realiza un anuncio.
También es cierto que el periodista no se quedará solo en el hecho científico y hablará desde la perspectiva científica, sino que valorará su interés en función de otros ámbitos: social, filosófico, económico, cultural e incluso político. No está informando solo de un hecho aislado en el mundo de la ciencia. El mero hecho de que cuente con un espacio en el informativo, en el periódico o en la web del medio de comunicación supone darle una relevancia social que debe ser explicada. ¿Tiene algún sentido descubrir una cura contra el VIH o el cáncer si no sirve para sanar a millones de personas?
Estos matices separan, al mismo tiempo dos conceptos que a priori no suelen estar claros. El periodismo científico es comunicación científica, pero no toda la comunicación científica es periodismo. Hay científicos que divulgan la ciencia, y los hay que lo hacen muy bien incluso para públicos masivos, sobre los que ya informaré en un artículo especial. Pero estos divulgadores cuentan la ciencia desde su óptica, no la del periodista, si bien están ampliando cada vez más el rango de sus interpretaciones y ya abordan sus consecuencias para otras áreas, como la social. Esto es un síntoma de que la ciencia quiere llegar, como sea, a la sociedad. Y razones no le faltan.
Por qué la ciencia es cultura
El binomio ciencia y cultura no es algo que asimilemos con facilidad. ¿Qué relación tiene la ciudad con la cultura? Se preguntarán muchas personas. Esto deriva de nuestro prejuicio de entender como cultura una actividad de ocio, que puede ser, pero cultura es algo mucho más amplio. Podemos decir que cultura es lo que nos define como sociedad y nos diferencia de otras culturas o incluso de otras especies. Las culturas van dejando su rastro a lo largo de los siglos a través de su conocimiento y también a través de la ciencia.
¿Somos ahora la misma cultura o reflexionamos igual que cuando los terraplanistas eran mayoría (cuidado que están volviendo)? ¿Y nuestra visión del mundo y nuestra existencia tiene algo que ver con la que defendía la Tierra como centro de nuestro Sistema Solar e incluso del Universo? Va a ser que no.
El avance científico implica una evolución cultural que también nos hace avanzar como sociedad. Hasta me atrevería a decir que nos convierte en más confiados en nuestra futura cultura y sociedad. Y aleja otro tipo de “conocimientos”, como el religioso, que exige aceptar hechos sin ninguna investigación o demostración, algo que choca de plano con el verdadero conocimiento científico.
Conscientes de la influencia que la ciencia tiene en nuestra cultura, muchos medios de comunicación están empezando a entremezclar ambos mundos para explicar esa poderosa conexión entre ellos a la sociedad. De hecho ya hay revistas especializadas sobre ciencia y cultura, como Principia u otras que también abordan esa confluencia con gran interés, como es el caso de Jot Down.
Los resultados históricos de búsqueda en Google reflejan también ese vínculo. Una gran proporción de las búsquedas que realizamos en España sobre ciencia está relacionada con películas de ciencia ficción, lo que demuestra que pretendemos llegar a conocer la ciencia mediante productos culturales y de ocio, no leyendo libros de física cuántica. La cultura (ahora entendida como elemento de ocio o entretenimiento) es una aliada de la ciencia.
Aunque parezca frívolo, la película Jurassic Park (Steven Spielberg, 1993) supuso un punto de inflexión en ese camino de la mano entre ciencia y cultura. Los propios científicos reconocieron que despertó un mayor interés por la ciencia e impulsó ámbitos como la paleontología, aunque la vía de entrada fueran los dinosaurios. Y diversas investigaciones relacionan cómo la pasión desde la infancia por estas criaturas del Mesozoico influye positivamente en el desarrollo intelectual de las personas.
Varios periodistas españoles que participaron hace unos años en un seminario sobre la prensa y la ciencia resaltaban esa conexión y destacaban cómo la cultura científica es la base de una sociedad más democrática y libre.
La necesidad de contar un mundo cada vez más tecnológico
Es posible que mucha gente no sepa que ver la televisión o orientarse con el GPS serían acciones de ciencia ficción si no fuera por la teoría de la relatividad de Albert Einstein. Es decir, por la ciencia. Sí que cada vez somos más conscientes de que enviar un mensaje por WhatsApp depende de la existencia de satélites en la órbita terrestre, que no podrían haber sido lanzados sin conocimiento científico.
Nuestra dependencia de la ciencia es enorme y, aunque Google muestre que el volumen de búsquedas en Internet de la palabra “ciencia” se ha desplomado a la tercera parte en los últimos 15 años, lo cierto es que cada vez más periodistas y divulgadores científicos se afanan por explicar la ciencia. ¿Quizás exploremos la ciencia desde múltiples perspectivas?
De lo que sí estoy convencido es de que si hay más periodistas contando la ciencia no solo se debe a que es necesario hacerlo, sino que los datos que muestra Google no significan que ese interés no exista o decaiga, sino que puede haber otras fórmulas para realizar ese acercamiento tan necesario.
De hecho, la proliferación y consolidación de medios especializados en ciencia está justificada por los crecientes datos de audiencia. Hay cada vez más lectores que devoran ciencia. Dicho con otras palabras: somos cada vez más los que necesitamos comprender un mundo que se tecnifica a marchas forzadas y el periodismo científico tiene la misión de evitar que se ensanche la brecha entre el conocimiento científico y el conocimiento común.
Por qué la ciencia sirve para recuperar el buen periodismo
Periodistas y científicos tienen (o deberían tener) algo en común: la observación y su actitud neutral y objetiva ante los hechos. Sabemos que la realidad periodística hoy en día (¿acaso lo fue alguna vez?) no es lo neutral y objetiva que debería ser. Porque somos seres sociales y políticos y no es fácil desentenderse de lo que nos afecta como ciudadanos.
Lo cierto es que la falta de observación está desfigurando las noticias y los informativos. ¿Es cosa mía o los medios de comunicación son ahora más aburridos y sectarios que nunca? Curiosamente la búsqueda del clickbait se ha vuelto en contra del periodismo: las redacciones quieren titulares más atractivos para que todos entremos en el desenfreno de leer un titular y quedarnos solo con esa idea. ¿Pero se puede calificar de atractiva una historia que no despierta el suficiente interés como para ser leída? ¿No tenemos la paciencia necesaria para gozar de una buena historia o es que el ritmo de la Red ya no nos deja explorar entre líneas?
No tengo una respuesta contundente para cada una de estas preguntas porque he de reconocer que responderlas sin zonas grises y dependes supone simplificar mucho el complejo comportamiento humano.
Sí puedo recordar mi época de periodismo en una redacción. Antes de terminar la carrera de periodismo tenía claro que quería especializarme. Quería investigar y profundizar en una área y no parlotear sin conocimiento de todo un poco. Un periodista no hace (no debe hacer) eso.
Fue así cómo opté por ser periodista económico. En la redacción imprimí un estilo riguroso y, lo reconozco, a veces más bien técnico a mis artículos. Pero a lo que no renuncié jamás fue a anteponer un titular amarillista a una buena historia.
¿Debe ser el titular atractivo y llamativo? Sí, claro. La gente necesita un gancho. El lector tiene que morder el anzuelo. ¿Pero al coste de que el marketing sea mejor que el contenido? No. Porque la decepción puede ser tremenda. Y no sé a ti qué te parece, pero odio que me decepcionen, es posible que no vuelva a leer ese medio o ese blog.
No es fácil conjugar el periodismo de calidad con un hit de lectores. Es complicado gustar con una pieza rigurosa y de investigación a un público heterogéneo y amplio. Pero debe ser el objetivo, sobre todo en un ámbito tan fundamental como la ciencia, que es la base de todo lo que hacemos y somos.
Y, dicho todo esto, el método de observación y de búsqueda cautelosa de la verdad que maneja la ciencia puede servir de mucho a recuperar el buen periodismo. Porque son dos mundos que tienen mucho en común y que, al final, no pretenden quedarse en el conocimiento común, como ahora parece ser la tónica. Esto no significa ser unos pelmazos, de hecho si no fuera así no aumentarían los lectores de ciencia en los medios masivos (Google lo corrobora). Pero no podemos dejarnos llevar por una creencia y elevarla a titular. Como todo, lo bueno se hace esperar.
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