
19 Mar La influecia de la Luna 🌑 sobre la Tierra 🌍 Una amistad interesada
No hay más alianzas que las que trazan los intereses. Ni las habrá jamás, matizaba el político español Antonio Cánovas del Castillo. Llevado a un plano cósmico, su aforismo tiene un cierto paralelismo con la relación que existe entre la Tierra y la Luna. Ambas son eternas compañeras, casi desde sus orígenes, y ambas se necesitan, aunque es posible que la dependencia de nuestro planeta sea mucho mayor.
Nuestro satélite natural ejerce una importante influencia sobre la Tierra. Probablemente el efecto más conocido sean las mareas. Estas se originan por el efecto de la atracción gravitatoria lunar. La fuerza de la gravedad es la más light de las que se producen en el cosmos, pero en cuestión de objetos muy masivos la cosa cambia. Es ahí donde gobierna en muchos de los fenómenos que se producen en el universo. Y la Luna no es una excepción.
Bueno, en realidad las mareas son el efecto de la diferencia gravitatoria entre dos lados opuestos de la Tierra pero, para entenderlo mejor, basta con comprender que el lado que está más cerca de la Luna sufre una mayor atracción y, en consecuencia, el nivel de los océanos sube en este extremo con mayor intensidad que en el opuesto y más alejado a nuestro satélite. Es como si la Tierra se “estirara” del lado más próximo a la Luna.
Pero hay diferentes tipos de mareas, que no solo están relacionados con la atracción ejercida por la Luna, sino también por su posición y alineación del satélite con la Tierra y el Sol. Cuando la Luna está alineada con el astro rey la fuerza de la gravedad es doble, ya que se suma la del Sol a la de la Luna, provocando las que se conocen como mareas vivas. Las mareas muertas se dan en el momento en que la Luna y el Sol se encuentran en ángulo recto vistos desde nuestro planeta. Las mareas producidas por el Sol contrarrestan las lunares, dando lugar a mareas más bajas.
Así son las mareas actualmente. Sin embargo, esto no fue siempre así ni es previsible que lo sea dentro de millones de años. La Luna se aleja casi cuatro centímetros de la Tierra cada año. No es mucho teniendo en cuenta que se encuentra a casi 400.000 kms de distancia, pero esta información nos da una idea de cómo fue la relación entre el satélite y nuestro planeta en el pasado. ¡Exacto! Ambos estaban más cerca, por lo que la fuerza de la gravedad que ejercía la Luna sobre la Tierra era mayor. Esto habría provocado mareas muchos más intensas en el pasado y se espera que serán menos acusadas en el futuro.
Rotación y estaciones
Ahora sabemos que la rotación de la Tierra es uno de los factores que intervienen en la mareas. Pero también influye en otros fenómenos. Su eje de rotación está inclinado unos 23,5º respecto al plano orbital que describe alrededor del Sol. La actual inclinación se debe al choque de Theia -un antiguo planeta del tamaño de Marte- con la primigenia Tierra, de cuya colisión se formó la Luna hace 4.000 millones de años. Esta inclinación ha afectado y afecta desde entonces a las estaciones.
Cuando la inclinación del eje hace que el hemisferio norte esté más expuesto al Sol sabemos que es verano en la parte más septentrional, mientras que es invierno en el hemisferio sur. Dado que la Tierra está en continuo movimiento de traslación, estos papeles se invierten al cabo de seis meses. Esto provoca que tengamos estaciones y un clima determinados, que variarían mucho si no hubiéramos tenido esta inclinación.
Efecto estabilizador en el clima y la vida
Ahora bien, la Luna también contribuye a la estabilidad del clima terrestre y, por tanto, al mantenimiento de la vida tal y como la conocemos, gracias a su influencia gravitatoria. La proximidad de la Luna ha provocado un efecto estabilizador en la velocidad de rotación de la Tierra. De hecho, nuestro hogar no siempre rotó al mismo ritmo, sino que hace miles de millones de años un día duraba menos horas.
Se puede decir que la Luna actuó como freno, pero su continuo alejamiento (unos cuatro centímetros por año) provocará que, dentro de miles de millones de años, nuestro satélite tome distancias realmente importantes, ocasionando una desestabilización del eje terrestre, lo cual podría provocar importantes cambios climáticos y alteraciones en los polos de la Tierra, con el consecuente impacto en la vida.
Marcar el ritmo vital de humanos y otras especies
La estabilidad que nos ha concedido la Luna se nota también en el calendario. Nuestro satélite tarda 28 días en realizar una órbita alrededor de la Tierra, que además es el mismo tiempo que dedica a girar sobre su propio eje (por eso siempre vemos la misma cara de la Luna).
El calendario lunar tuvo gran relevancia en su día para la humanidad (hoy está extendido en casi todo el mundo el gregoriano, pero aún hay culturas que lo utilizan), sobre todo para calcular ciertas regularidades en la naturaleza, como el ciclo sexual de las mujeres o las mareas. En la cultura china se sigue un calendario lunar en el que el comienzo de mes coincide con la Luna nueva. Pero no solo para la humanidad. La Luna es un marcador biológico y de rutinas que afecta a otras especies.
Relación con los ciclos de Milankovic
La Luna hace que el clima sea más estable y no se produzcan situaciones extremas y de gran volatilidad, pero la historia de nuestro planeta guarda en la memoria importantes cambios climáticos y, por aquel entonces, no estaba la humanidad para provocarlos. ¿Por qué se produjeron las glaciaciones o cambios naturales bruscos del clima? La respuesta a estas preguntas era un misterio hasta que Milutin Milankovic propuso su teoría matemática sobre los ciclos que llevan su nombre.
Su análisis establece que hay tres ciclos a tener en cuenta a la hora de explicar esos cambios climáticos. Estos tres factores clave afectan directamente a los movimientos de traslación y rotación de nuestro planeta. Se trata de las variaciones en la excentricidad de la órbita terrestre, la oblicuidad y la precesión en el eje de rotación. Puedes entender mejor en qué consisten en este artículo o en el siguiente vídeo.
Nuestro planeta gira alrededor del Sol en una órbita casi circular a lo largo de 365 días. Pero su forma no siempre es así. La órbita puede experimentar variaciones en su excentricidad, es decir, modificar la distancia entre el centro de la elipse y uno de sus extremos, lo que también influye en la distancia respecto a nuestra estrella y, por tanto, la cantidad de radiación que recibimos de ella. A mayor excentricidad, menos cantidad de radiación y viceversa. Como consecuencia de este fenómeno, en el que influye la gravedad del Sol y otros planetas, la Tierra puede experimentar variaciones significativas en el clima.
La Luna también influye, como ya vimos, en la inclinación del eje de rotación (ciclo de oblicuidad) que, cada 41.000 años, experimenta una variación, con valores que van de los 21º a 24º. En este proceso también puede influir la Luna y su distancia mínima (perigeo), que es de 356.000 kms a la Tierra, y máxima (apogeo), de unos 406.000 kms. A menor y mayor distancia la atracción gravitatoria también varía.
Pero hay más. Se produce un pequeño cambio en la orientación del eje de rotación de la Tierra, que va cambiando poco a poco en el ciclo que Milankovic denominó de precesión. La rotación se produce en sentido contrario a las agujas del reloj, pero su cambio de orientación va a la inversa.

Movimiento de precesión
La precesión, también denominada precesión de los equinoccios porque modifica la posición relativa de los solsticios y los equinoccios, es un efecto directo de la fuerza ejercida por el sistema Sol-Tierra-Luna y, sobre todo, por la torsión que ejercen las mareas que ocasiona la Luna. El movimiento de placas tectónicas o la actividad volcánica también influyen en este fenómeno.
Eclipses
Salvo las mareas y las estaciones, los sucesos descritos son más sutiles para cualquier uno de nosotros, al menos en el día a día, pero en el cielo también podemos ver otros fenómenos provocados por la Luna, que pueden ser considerados como los más glamourosos por la fascinación que desde siempre provocaron en la humanidad e, incluso, en otros seres vivos. Me refiero a los eclipses.
Por un lado están los lunares, que consisten en la interposición de la Tierra entre el Sol y la Luna. Se producen dos veces al año pero, en realidad, podría haber un eclipse lunar cada luna llena si no fuera porque la inclinación de 5º de la órbita lunar hace que la sombra de la Tierra pase por encima o por debajo del satélite en lugar de cubrirlo.
Por otro lado, se pueden observar los eclipses solares, que suponen la interposición de la Luna entre el Sol y la Tierra. Estos a su vez también pueden ser totales, parciales y anulares. Se pueden ver dos al año, aunque para verlos coincidir en el mismo punto hay que esperar 375 años, según datos de la NASA.
Este fenómeno ha provocado tanto admiración como pánico en la humanidad, que lo ha documentado a lo largo de los siglos. En el siguiente enlace puedes ver el registro de eclipses solares desde que se documentó el primero hace más de 5.300 años.
El sacrificio de la Luna
Nos alejamos ahora de la Tierra, hasta unos 384.000 kms de distancia, casi diez veces la circunferencia de nuestros planeta. Allí, desde ese mundo en blanco y negro que es la Luna, el día a día es muy diferente. Nuestro satélite favorece la vida en la Tierra y contribuye a nuestra estabilidad. Sin embargo, a un milímetro del suelo polvoriento y rocoso, marcado por la huella eterna del impacto de miles de objetos estelares, comienza el cosmos, sin ninguna atmósfera que proteja la vida. Con temperaturas que oscilan entre los 100º C y los -150º C, la Luna parece ser la compañera que se sacrificó por nosotr@s. Pero no renunciamos a su influencia. Como diría Cánovas del Castillo, no debemos por nuestro propio interés.
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